miércoles, 4 de junio de 2008

¿Pero y que hay del hombre fatal?

El mito del hombre fatal en el cine fue menos frecuente que el de la mujer fatal, porque la sociedad patriarcal excluía de la imagen del varón los rasgos de ambigüedad y melancolía.
1936 fue, tal vez, el año del nacimiento del hombre fatal cinematográfico con El bosque petrificado basada en una obra de Robert Sherwood. Allí se cruzaban en una posada en medio del desierto dos hombres fatales: Leslie Howard, el escritor errabundo y pesimista que se definía a sí mismo: “Pertenezco a una raza en extinción: soy un intelectual”, y Humphrey Bogart, su antítesis, en el rol de Duke Mantée, el bandido sentimental que reflexionaba: “He pasado la mitad de mi vida preso, pasaré el resto muerto”. El teatro estadounidense de los años treinta se destacaba por los diálogos cáusticos, hábito heredado por Hollywood. El film significó al mismo tiempo la creación del personaje mítico de Bogart.

Al mismo tiempo que Bogart, nació el hombre fatal en el cine francés con Jean Gabin en Pepe Le Moko (1937). Es difícil decidir cuál fue el verdadero creador del hombre fatal, si Bogart o Jean Gabin; fueron dos tipos bastante distintos de hombres fatales, condicionados por sus respectivas culturas y también por sus propias biografías.


Image Hosted by ImageShack.us





Image Hosted by ImageShack.us








Distinto es el caso del hombre fatal del cine de Hollywood, personaje que, en gran parte, derivaba de la novela realista norteamericana de los años treinta, en especial de los llamados “thoug writers” o “hard boiled”. Las diferencias con el similar personaje del realismo poético francés son notorias; en tanto éste llega al crimen o al suicidio por el amor de una mujer, en el cine negro norteamericano los problemas sociales predominan sobre los pasionales, las luchas eran por dinero y poder, abundaba la misoginia y las mujeres jugaban un papel secundario, salvo cuando ellas mismas eran asesinas. La vida de los hombres fatales del realismo negro francés era un enigma inextricable –huían no se sabía por qué ni hacia dónde– y los ambientes en que se movían eran imprecisos y con frecuencia exóticos. En cambio, los marginales norteamericanos estaban entremezclados en una sociedad muy bien delimitada: la de las ciudades de Nueva York o Los Angeles. Tenían profesiones típicas de la sociedad capitalista: o bien eran gángsters –“el lado sucio de la lucha por el dólar”, decía Philip Marlowe– o bien componían un personaje nuevo de origen literario, el detective privado, tan real que el propio Dashiell Hammett había sido uno de ellos en su juventud

Sam Spade, el personaje de El halcón maltés (Dashiell Hammet, 1929) llevado al cine por John Huston, sirvió para la consagración de su director y de Bogart, y marcó el inicio del género del cine negro, destinado, hasta entonces, a la clase B de la Warner.

El otro detective privado fue Marlowe en Al borde del abismo (Howard Hawks, 1946) sobre novela de Raymond Chandler. Ambos personajes, Spade y Marlowe, estaban desencantados de sus propias vidas y de la sociedad que los rodeaba. Eran también escépticos de las leyes y sólo creían en su propia libertad. La ambigüedad de la moral y de los valores de estos personajes fascinó a los existencialistas franceses que bautizaron al género como “novela negra” cuando aparecieron en la posguerra en la colección de Gallimard dirigida por Marcel Duhamel. Además había en esas obras una cierta crítica de la realidad social y política –Hammet había sido marxista– de la que carecía el realismo poético francés reducido al ámbito de lo individual y de la fatalidad.

Un párrafo de la mejor novela de Chand-
ler, El largo adiós, donde Marlowe habla de sí mismo, es útil para describir al personaje del hombre fatal del cine negro norteamericano: “Soy un lobo solitario. No estoy casado, estoy entrando en la edad madura y no soy rico (…) Mis padres han muerto, no tengo hermanos y si alguien llega a dejarme tirado en una callejuela oscura, nadie sentirá que ha desaparecido el sentido y fundamento de su vida”.

Bogart, con su estilo flemático, su vestimenta descuidada, el piloto con el cuello levantado, el andar desganado, el rostro a medio afeitar y surcado por arrugas, el gesto lacónico con un dejo desdeñoso al que contribuía la cicatriz del labio superior y el cigarrillo en la comisura, le dio carnadura e imagen al personaje de ficción. Así lo admitió el mismo Chandler:
“Bogart es por cierto muy superior a todos los duros del cine (…) es duro aun sin revólver. Además tiene sentido del humor con ese sobreentendido áspero del desprecio”.

En Casablanca (Michael Curtiz, 1943), Bogart agregaba nuevas facetas al personaje. Sus pistoleros y detectives privados habían sido apolíticos. En cambio el cínico y escéptico Rick Blaine, dueño del cabaret nordafricano refugio de todos los apátridas de la guerra, había peleado por los republicanos en la Guerra Civil Española, y finalmente, pierde a la mujer que ama por salvar la vida de un militante antifascista.

Esta parte la de Bogart y compañía ha sido Sacado de Juan José Sebreli
Fuente: diario "Perfil"
Más información: www.perfil.com.ar
www.perfil.com

.Muchas veces se les ha denominado Don Juanes o Casanovas , libertinos pero se ha hablado menos de ellos

Don Juan es un personaje arquetípico, configurado en la literatura española y con larga descendencia literaria europea, creado por Tirso de Molina. El burlador de Sevilla y convidado de piedra, 1630; esta obra sería una refundición de otra, conocida como Tan largo me lo fiáis, que podría atribuirse a Andrés de Claramonte.

TB llamado burlador o libertino, se trata de un seductor valiente y osado hasta la temeridad que no respeta ninguna ley divina o humana; en algunas versiones se arrepiente al final de sus días, en otras no. El personaje podría poseer raíces históricas y enlazar con Miguel de Mañara, un gran pecador arrepentido.[1]
En cualquier caso, hay en el teatro ciertos antecedentes del tipo del fanfarrón y seductor y, en los romances, de quien desprecia los muertos y acepta la invitación de uno de ellos. El personaje y su actitud vital, denominada genéricamente donjuanismo, ha inspirado a numerosos ensayistas (Ramón Pérez de Ayala, Víctor Said Armesto, Arturo Farinelli, Ramiro de Maeztu, Américo Castro, José Ortega y Gasset, etcétera), que ven en la figura del seductor desde un inmaduro patológico y afeminado, próximo al narcisismo y a la homosexualidad, como Gregorio Marañón, a una figura satánica y rebelde típicamente romántica o al arquetipo universal del seductor insatisfecho

Libertino
Los libertinos son personajes frecuentes en las novelas. A menudo un libertino es un hombre que malgasta su fortuna, generalmente heredada, en vino, mujeres y diversión, incurriendo en deudas por su prodigalidad.

Cabe diferenciarlo como personaje literario del donjuán (en inglés, cad), que es más bien un hombre que seduce a una joven y la deja embarazada antes de abandonarla, a menudo causando su ruina social o financiera. Al llamar libertino a un personaje se está enfatizando su promiscuidad y su prodigalidad monetaria; si se le llama donjuán simplemente se quiere decir que es un seductor cruel e indiferente que con toda frialdad rompe el corazón de sus víctimas.

Durante el período de la Restauración inglesa (1660-1688), se usaba el término libertino de manera glamurosa o atractiva: el libertino de la Restauración es un aristócrata desenfadado e ingenioso, un personaje sexualmente irresistible, tipificado por los cortesanos del rey Carlos II, como John Wilmot, segundo conde de Rochester y Charles Sackville, sexto conde de Dorset, quienes combinaban una forma de vida desenfrenada con anhelos intelectuales y el mecenazgo de las artes.
El libertino suele representarse como gran bebedor o jugador. Una forma antigua de la palabra, en inglés, era rake-hell, formada por la etimología popular para significar uno que aviva los fuegos del Infierno, haciéndolas más ardientes. La etimología actual de la palabra en inglés es del nórdico antiguo reikall, significando "vagabundo", lo que fue adaptado en Inglés medio como rakel. En español, libertino proviene del latín libertīnus.

Libertinos y donjuanes de ficción bien conocidos son:
El hijo pródigo, una de las parábolas de Jesús de Nazaret.
Don Juan, personaje de diversas obras: Don Juan Tenorio, protagonista de El burlador de Sevilla y convidado de piedra (1630), de Tirso de Molina; Don Juan (Molière, 1665); Don Giovanni, ópera de Mozart con libreto de Lorenzo da Ponte, 1787; Don Juan, de Lord Byron, 1819-1824, incompleto por su muerte; El estudiante de Salamanca, de José de Espronceda, 1840; Don Juan Tenorio, de José Zorrilla, 1844.
Dorimant, el héroe de Hombre a la moda de George Etherege, basado en el histórico conde de Rochester.
Tom Rakewell, protagonista de la serie de pinturas y grabados de William Hogarth El progreso del libertino.
Samuel Richardson, creador del libertino Lovelace en su novela Clarisa Harlowe
Choderlos de Laclos, famoso por su libertino vizconde de Valmont en su novela epistolar Las amistades peligrosas, 1782),
Compeyson, el hombre que burló a Miss Havisham en Grandes esperanzas de Charles Dickens
Alec d'Urberville, el seductor de Tess en Tess de los d'Urbervilles por Thomas Hardy
Rodolphe Boulanger, el principal amante de Madame Bovary.
Harry Paget Flashman, personaje principal de una serie de novelas escritas por George MacDonald Fraser
Actualmente uno de los personajes prototípicos de las novelas románticas es el llamado fake rake (falso libertino), un hombre que todos suponen que es libertino, pero que no lo es.
Personajes históricos que han influido en la creación de este personajes fueron, entre otros:

Cagliostro
Lord Byron
Giacomo Casanova
Charles Mohun, cuarto Baron de Mohun
Charles Sackville, sexto conde de Dorset
John Wilmot, segundo conde de Rochester
Charles Sedley
John Wilkes
Coronel Francis Charteris
Hellfire Club
Marqués de Sade
Francis Dashwood, 15.º Barón le Despencer.

Algunos sucedaneos de hombres fatales en la actualidad


El duque de la serie de Sin tetas no hay paraiso
Image Hosted by ImageShack.us



peter doherty más conocidos por sus excesos que por su música
Image Hosted by ImageShack.us






.

1 comentario:

Sergio B. dijo...

¡Quien diga que el Duque no está bueno es que tiene muy mal gusto! ¿Por cierto los gigolos son "hombresfatales"? Desde luego con un hombre como el "duque" uno se entrega en cuerpo y alma.

Pd. No he leido nada, porque no tengo tiempo, asi que otro dia echaré un vistazo, dentro de un mes, espero que no te moleste, pero estoy de examenes....

¿Me regalas un sable laser?

Adios y buenas noches Cris.